Liturgia 8
¿Hay
buenas noticias en la santa Misa?
Dentro de la Liturgia de la Palabra al celebrar la Misa, ocupa un lugar central
la proclamación del Evangelio. La palabra «Evangelio» quiere decir «Buena
Noticia» y Jesús mismo la anuncia cuando invita a convertirse y creer en el Evangelio. Para los judíos, esa expresión
significaba mucho, pues en los tiempos del Mesías, habría una «muy buena
noticia» para todos los desheredados, sufrientes, pobres, etc.: su situación
por fin se invertiría... ¡para siempre! El mismo Señor se identificará con esto
(«El Evangelio ha llegado a ustedes»).
Para nosotros,
cada domingo y en cada Misa, el Señor espera entregarnos una «buena noticia»;
¿Por qué «buena» y por qué «noticia»?
*
Buena
Porque su
anuncio y, sobre todo, su recepción
provocan y producen nada menos que la salvación;
aunque esto parezca difícil de aceptar, la palabra misma del Evangelio tiene
una virtualidad y un poder que Dios «pone» para nosotros y en favor de
nosotros. Por eso, bien escuchada y bien recibida, produce siempre una
inquietud, un deseo de conversión, verdadera admiración, etc.
*
Noticia
Porque, aunque
muchas veces hemos escuchado escenas del Evangelio y por tanto no nos resultan
novedosas, siempre tienen actualidad. Cuando hoy recibimos de Jesús una determinada
parábola, por ejemplo, Jesús nos está diciendo que nuestra situación de hoy
encuentra luz en esa parábola. Con frecuencia no nos damos cuenta de esto
espontáneamente, y aquí deberá el sacerdote con su homilía (o predicación)
echar la luz necesaria.
Prestemos
atención, ahora, a los signos que
resaltan el evangelio como mensaje principal de la Liturgia de la Palabra.
* Lo introduce el canto del
ALELUIA (excepto en Cuaresma que se canta o dice un versículo relacionado con
el Evangelio). Ese Aleluia, es una señal de bienvenida a Cristo que nos
hablará. Es señal de respeto por su Palabra y expresión de alegría. Por todo
eso es una verdadera aclamación, que debe siempre cantarse con entusiasmo (si
no puede cantarse se omite). Puede incluir un versículo orientador del mensaje
que vendrá.
* El lector del Evangelio es
el diácono (ministro que tiene el sacramento del Orden Sagrado en su primera
etapa), y en su ausencia el mismo sacerdote.
* El diácono que lo
proclamará recibe una bendición del sacerdote para que lo haga dignamente; y si
es el sacerdote el que anunciará el Evangelio, se prepara con una oración
secreta ante el altar.
* Al concluir la
proclamación, el ministro que lo proclamó besa el leccionario y dice una
oración secreta de súplica.
* Los acólitos acompañan a
quien proclama el Evangelio y, en algunos casos, pueden llevar cirios.
* Quien hará la proclamación
signa el libro, y se signa la frente, los labios y el pecho. El pueblo imita el
gesto (para que esas Palabras entren en la mente, se proclamen luego con los
propios labios, y se lleven siempre en el corazón).
* En ocasiones solemnes,
como reconocimiento de la presencia del Señor que hablará, se inciensa el
leccionario.
* Lo escuchamos de pie.
* Tiene una introducción más
solemne que las demás lecturas (“El Señor esté con ustedes... Evangelio de
Nuestro Señor Jesucristo según...” con la respuesta a Jesús: “GLORIA A TI,
SEÑOR”).
* Tiene una conclusión
distinta que las demás lecturas: “Palabra del SEÑOR”, por ser el mismo Jesús
quien nos habló, y todos respondemos cantando “¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!”
Atención: aquí hay otras dos
respuestas que pueden enseñarse y cantarse: “¡TU PALABRA, SEÑOR, ES LA VERDAD Y TU LEY
NUESTRA LIBERTAD!”
y “¡TU PALABRA ES LÁMPARA
QUE ALUMBRA NUESTROS PASOS!”
Con todo esto –¡nueve características que distinguen la
proclamación del Evangelio de las anteriores lecturas!– cosa que hacemos a
veces automáticamente, podemos detectar la importancia que, desde siempre, la Iglesia ha dado a la
proclamación del Evangelio en la celebración de la Misa.